El sur de Tlaxcala, poblado desde tiempos muy antiguos, es una región de fértiles valles y ásperos lomeríos. Allí creció la ciudad de Cacaxtla, cuyo nombre deriva de la palabra cacaxtli, la bolsa o huacal que utilizaban los mercaderes en sus viajes. Era un centro comercial que comunicaba varias regiones de Mesoamérica. En el vecino cerro de Xochitécatl se construyeron enormes pirámides; en sus laderas, amplias terrazas, y en el centro de la ciudad, un magnífico palacio decorado con grandes murales. Las pinturas de Cacaxtla son las mejor conservadas del México antiguo; por su estilo, más parecido al arte maya que al del centro de México, se cree que los pintores eran del sur de Veracruz o de Tabasco. Representan las conquistas de Cacaxtla, así como sus mercaderes, seres mitológicos y batallas entre caballeros águila y caballeros tigre cuya finalidad era capturar prisioneros para el sacrificio. Quizás ése haya sido el origen de las guerras floridas entre aztecas y tlaxcaltecas.
Xochicalco (¿550?-1000 d.C.)
En Náhuatl, Xochicalco significa “en la
casa de las flores”. Esta ciudad fue cabecera de un reino que dominó el
occidente de Morelos después del abandono de Teotihuacán. Situada sobre un
cerro, fue una de las primeras poblaciones fortificadas del Centro de México: terrazas, murallas,
fosos y cavernas la defendían de los invasores. Sus Templos, sus juegos de
pelota, sus cámaras de subterráneas-donde se medía el paso del sol- y sus
palacios nos indican que Xochicalco era también un centro ceremonial
importante, donde sacerdotes y gobernadores discutían problemas de religión. El
Templo principal está decorado con relieves referentes al culto a Quetzalcóatl
(la serpiente emplumada); los jeroglíficos denotan el contacto con Oaxaca,
Veracruz y el área maya. Xochicalco tuvo su época de esplendor del 700-1000 d.C.; su poder decayó quizá por
la presencia de reinos rivales, como el tolteca o el matlatzinca.
En las narraciones indígenas, Tula se
describe como un lugar de enormes riquezas en el que florecían las ciencias y
las artes. Los hallazgos arqueológicos nos cuentan otra historia: Tula fue una
ciudad importante, pero de menor tamaño que Teotihuacán o Cholula, y en vez de
imágenes de sabios abundan escenas relacionadas con la guerra. Sin embargo
construyó un vasto imperio en el centro de México. En Tula surgen los grandes
corredores y patios rodeados por columnas, las imágenes de águilas y jaguares
que devoran corazones de humanos, las esculturas reclinadas conocidas como Chac
Mool, las escenas de guerreros en procesión, los muros de serpientes o
coatepantli. Muchas de estas innovaciones toltecas fueron adoptadas por los mayas, tarascos y
los mexicas. Durante el reinado de Huémac, sequías y rebeliones debilitaron la
ciudad, que poco después cayó en manos de los Chichimecas.
Chichén Itzá (900- 1200 d.C.)En medio de la península de Yucatán surgió la última gran ciudad maya, cuyo nombre significa “en el pozo de los itzaes”. Hacia 897d.C., cuando casi todas las ciudades mayas estaban ya deshabitadas, fue conquistada por los invasores itzaes. Este nuevo pueblo introdujo en Yucatán ideas toltecas: el culto a Kukulkán, la versión maya de Quetzalcóatl, el gobierno de guerreros, el uso de metal, los altares de cráneos llamados tzompantli. La fusión de elementos de la cultura tolteca con la cultura maya es notoria en importantes edificios de esta ciudad: el juego de pelota más grande de Mesoamérica, el Observatorio, el altar del Cenote Sagrado y el castillo, una enorme pirámide calendario con cuatro escaleras y 365 escalones, uno por cada día del año. En 1194 Chichén Itzá entró en conflicto con Izamal, una de las ciudades rivales. Hunac Ceel, gobernante de Mayapán y aliado de Izamal, logró vencer a los Itzaes.
Mictlán era el nombre que los nahuas daban
al reino de los muertos. Se cree que los conquistadores aztecas pusieron este
nombre a la capital del reino mixteco del Valle de Oaxaca, la actual
Mitla. A diferencia de otras ciudades
prehispánicas, no se encuentra en ella grandes pirámides, pero ahí se
construyeron algunos palacios más elegantes del México antiguo. El edifico de
las columnas es la construcción más
suntuosa y mejor conservada. Sus muros fueron decorados con grecas y otros
diseños realizados con decenas de miles de piedras recortadas y empotradas. Al
parecer este edificio estaba pintado de rojo, el color de la muerte, la sangre
y el sacrificio. Los antiguos pueblos
indígenas daban sangre a los dioses para alimentarlos y asegurar su protección,
en compensación por el sacrificio de los dioses, quienes con su sangre dieron
vida a los hombres en el origen del mundo.
Cuando
Tariácuri unificó bajo su mando a todos los pueblos del centro de Michoacán,
eligió tres capitales para cada uno de sus hijos: a Hiripan, Ihuatzio, y a
Tangaxoan, Tzintzuntzan, cuyo nombre significa “lugar de los colibríes”. El hijo de Tangaxoan unificó las tres
cabeceras e hizo de su ciudad del centro del imperio purépecha; sus dominios ocupaban unos 80 mil kilómetros cuadrados. Los purépecha eran guerreros,
agricultores y pescadores. Sus rivales aztecas llamaban a su reino Michuacan,
“lugar de peces” por el gran lago de Pátzcuaro situado en el corazón del
imperio, los ejércitos del cazonci, el rey, conquistaron numerosos pueblos que tributaban maderas,
sal, cobre y alimentos a la capital. Sus casi 30 mil habitantes vivían de lo
que producían el lago y las tierras de cultivo. Los templos purépecha se
nombraban yácatas, su base tenía forma de T y sobre ella construían una capilla
circular.
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