

Xochicalco (¿550?-1000 d.C.)
En Náhuatl, Xochicalco significa “en la
casa de las flores”. Esta ciudad fue cabecera de un reino que dominó el
occidente de Morelos después del abandono de Teotihuacán. Situada sobre un
cerro, fue una de las primeras poblaciones fortificadas del Centro de México: terrazas, murallas,
fosos y cavernas la defendían de los invasores. Sus Templos, sus juegos de
pelota, sus cámaras de subterráneas-donde se medía el paso del sol- y sus
palacios nos indican que Xochicalco era también un centro ceremonial
importante, donde sacerdotes y gobernadores discutían problemas de religión. El
Templo principal está decorado con relieves referentes al culto a Quetzalcóatl
(la serpiente emplumada); los jeroglíficos denotan el contacto con Oaxaca,
Veracruz y el área maya. Xochicalco tuvo su época de esplendor del 700-1000 d.C.; su poder decayó quizá por
la presencia de reinos rivales, como el tolteca o el matlatzinca.


Chichén Itzá (900- 1200 d.C.)En medio de la península de Yucatán surgió la última gran ciudad maya, cuyo nombre significa “en el pozo de los itzaes”. Hacia 897d.C., cuando casi todas las ciudades mayas estaban ya deshabitadas, fue conquistada por los invasores itzaes. Este nuevo pueblo introdujo en Yucatán ideas toltecas: el culto a Kukulkán, la versión maya de Quetzalcóatl, el gobierno de guerreros, el uso de metal, los altares de cráneos llamados tzompantli. La fusión de elementos de la cultura tolteca con la cultura maya es notoria en importantes edificios de esta ciudad: el juego de pelota más grande de Mesoamérica, el Observatorio, el altar del Cenote Sagrado y el castillo, una enorme pirámide calendario con cuatro escaleras y 365 escalones, uno por cada día del año. En 1194 Chichén Itzá entró en conflicto con Izamal, una de las ciudades rivales. Hunac Ceel, gobernante de Mayapán y aliado de Izamal, logró vencer a los Itzaes.
Mictlán era el nombre que los nahuas daban
al reino de los muertos. Se cree que los conquistadores aztecas pusieron este
nombre a la capital del reino mixteco del Valle de Oaxaca, la actual
Mitla. A diferencia de otras ciudades
prehispánicas, no se encuentra en ella grandes pirámides, pero ahí se
construyeron algunos palacios más elegantes del México antiguo. El edifico de
las columnas es la construcción más
suntuosa y mejor conservada. Sus muros fueron decorados con grecas y otros
diseños realizados con decenas de miles de piedras recortadas y empotradas. Al
parecer este edificio estaba pintado de rojo, el color de la muerte, la sangre
y el sacrificio. Los antiguos pueblos
indígenas daban sangre a los dioses para alimentarlos y asegurar su protección,
en compensación por el sacrificio de los dioses, quienes con su sangre dieron
vida a los hombres en el origen del mundo.
Cuando
Tariácuri unificó bajo su mando a todos los pueblos del centro de Michoacán,
eligió tres capitales para cada uno de sus hijos: a Hiripan, Ihuatzio, y a
Tangaxoan, Tzintzuntzan, cuyo nombre significa “lugar de los colibríes”. El hijo de Tangaxoan unificó las tres
cabeceras e hizo de su ciudad del centro del imperio purépecha; sus dominios ocupaban unos 80 mil kilómetros cuadrados. Los purépecha eran guerreros,
agricultores y pescadores. Sus rivales aztecas llamaban a su reino Michuacan,
“lugar de peces” por el gran lago de Pátzcuaro situado en el corazón del
imperio, los ejércitos del cazonci, el rey, conquistaron numerosos pueblos que tributaban maderas,
sal, cobre y alimentos a la capital. Sus casi 30 mil habitantes vivían de lo
que producían el lago y las tierras de cultivo. Los templos purépecha se
nombraban yácatas, su base tenía forma de T y sobre ella construían una capilla
circular.
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